13/05/2025

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Piero Coda: «El Sínodo es el acontecimiento más importante después del Concilio»

Piero Coda: «El Sínodo es el acontecimiento más importante después del Concilio»

«Por primera vez en dos mil años todo el Pueblo de Dios está implicado». Monseñor Piero Coda, miembro de la Comisión Teológica del Sínodo (2023), comenta las palabras del Papa durante los dos días de apertura del camino sinodal, señalando que «la participación no es cosmética, sino una cuestión de identidad».

«Reitero que el Sínodo no es un parlamento, no es un sondeo de opiniones», dijo el Papa Francisco en el Aula Nueva del Sínodo el sábado 9 de octubre, en su discurso en el Momento de Reflexión que precedió a la apertura del Sínodo 2021-2023, dedicado al tema “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación, misión”. El mismo concepto fue reiterado por el Pontífice al día siguiente, domingo 10 de octubre, en la homilía de la Misa de apertura del Sínodo sobre la sinodalidad. No debe ser una «convención» eclesial, una «conferencia de estudio» o un «congreso político», añadió Francisco, para subrayar que se trata de un acontecimiento de gracia, un «proceso de sanación guiado por el Espíritu». Según monseñor Piero Coda, miembro de la Comisión Teológica del Sínodo y recientemente nombrado secretario general de la Comisión Teológica Internacional, las palabras del Papa dejan claro cómo la insistencia en la sinodalidad, en la participación, «no es una opción de democratización», sino «una cuestión de identidad profunda». Para el teólogo, que enseña en el Instituto Universitario Sophia de Loppiano, el que acaba de inaugurarse en el Vaticano es «el acontecimiento eclesial más importante desde el Concilio Vaticano II». «Por primera vez en dos mil años de historia de la Iglesia», explica en esta entrevista, “un Sínodo está llamado a implicar a todo el Pueblo de Dios”.

¿Por qué insiste tanto el Papa en la distinción entre Sínodo y Parlamento?

Existe el peligro de malentendidos. Se corre el riesgo de pensar que hacer brillar la sinodalidad en la vida de la Iglesia significa abrirse a una especie de democratización, donde el juego de mayorías y minorías es el que decide. Pero no, no es así. La Iglesia es un acontecimiento del Espíritu Santo y, por tanto, el verdadero protagonista del Sínodo es precisamente el Espíritu Santo que -como dice siempre el Papa Francisco- armoniza las diversidades, las reconcilia, las hace converger en la unidad que es Cristo mismo, vivo y presente en su Iglesia. Por tanto, poner en marcha un procedimiento sinodal significa poner en marcha lo que es la Iglesia: un Pueblo de Dios en camino, una sinfonía de diversidades que sin embargo convergen en la unidad para servir al mundo.

El Papa abre el Sínodo: no es una convención eclesial, sino un acontecimiento de gracia. ¿Por eso el Papa insiste tanto en la necesidad de la oración de adoración, en la necesidad de escuchar al Espíritu?

Tanto en la apertura de los trabajos del proceso sinodal como en la Misa inaugural, el Papa ha dicho que hay que fomentar la oración de Adoración. Esto me llamó la atención. Creo que Francisco quiere recordarnos que la vida en Cristo es esencialmente y ante todo apertura del corazón y de la mente de cada uno a la escucha de la voz del Espíritu, a la adoración del rostro de Cristo que nos abre al insondable misterio de amor del Padre. Y esto significa «adoración». Es decir, estar abiertos, ser agradecidos, ser conscientes de que todo lo recibimos del amor del Padre, que Él nos ama primero, y que nosotros, en consecuencia, estamos llamados a escuchar a los demás y a devolver su amor a los demás. Esta es la raíz de la vida eclesial y es también la raíz del proceso sinodal.

¿Por qué precisamente un Sínodo sobre la Iglesia sinodal?

Pienso, y no quiero ser demasiado entusiasta, que se trata del acontecimiento eclesial más importante, más estratégico, desde el Concilio Vaticano II. El Concilio nos hizo redescubrir la Iglesia tal como es: unidad en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, comunión y misión. Hoy, después de todo un camino en el que hemos encontrado nuevas energías y adquirido experiencia, estamos dispuestos a dar un paso más. Hoy podemos hacer que la participación en el misterio de Cristo, en el que estamos insertos por la gracia del Bautismo, se haga vida en todas las expresiones de comunión y misión de la Iglesia. Por tanto, celebrar un Sínodo sobre la sinodalidad no significa hacerlo sobre un tema como tantos otros, sino sobre la identidad más profunda de la Iglesia como comunión y misión que se hace concreta, históricamente incisiva, cuando es compartida por todos. En efecto, la Iglesia sólo es tal cuando es llevada a hombros por todos y compartida en su corazón por todos, al servicio de sus hermanos y hermanas, especialmente a partir de los últimos, de los descartados y de las periferias existenciales y espirituales de nuestro tiempo.

Hablando de participación, Francisco afirmó en su discurso inaugural que ésta es «una exigencia de fe y no de estilo». ¿Por qué esta aclaración?

En mi opinión, porque el Papa ha querido subrayar que la participación no es simplemente un extra opcional, es decir, no es una cuestión de cosmética eclesial, para demostrar que somos «políticamente correctos», capaces de una cierta medida de compartir. Es más bien una cuestión de identidad profunda. En efecto, participamos del único misterio de Cristo, somos coherederos con Cristo -dice el Nuevo Testamento- del don infinito del amor que el Padre nos da en el Espíritu Santo. Por tanto, o realizamos esta participación en la vida de gracia de la fe y del amor, en la esperanza de Cristo, o no somos plenamente lo que deberíamos ser por la gracia de nuestro Bautismo. Se trata, pues, de una cuestión de identidad y no de simple cosmética eclesial.

El Papa: un Sínodo con la participación de todos, en el que el Espíritu es el protagonista, por tanto, ¿el Sínodo toma nota de que, hasta ahora, no todos los bautizados han participado plenamente en el desarrollo de la Iglesia?

La situación es históricamente un hecho. En la Iglesia durante largos siglos, en el segundo milenio, desde la reforma gregoriana hasta el Concilio Vaticano II, por necesidad del crecimiento histórico, de la maduración, incluso de la misión de la Iglesia, en un mundo difícil, ha prevalecido una visión principalmente piramidal, jerárquica. Esto ha impedido a menudo valorizar todas las energías del Espíritu presentes en el Pueblo de Dios. Aunque ha habido grandes santos, grandes movimientos de renovación espiritual, han sido expresiones que no han implicado plenamente a todos los miembros del Pueblo de Cristo. Con el Vaticano II hablamos de la vocación universal a la santidad, todos tenemos la misma dignidad de Pueblo de Dios, por tanto, el momento histórico, el Kairòs, como dice Jesús en el Nuevo Testamento, es decir, el momento de Dios, es precisamente éste. Por tanto, debemos tratar de abrirnos a la acción del Espíritu que nos hace a todos personalmente corresponsables de este gran acontecimiento de gracia que es el hecho mismo de que la Iglesia esté en el mundo para la salvación de todos.

Este es también el primer Sínodo que se celebra según un mecanismo en el que la escucha del Pueblo de Dios se convierte en estructural…

Tal como lo define el documento Episcopalis communio, emitido por el Papa Francisco precisamente para la renovación del Instituto del Sínodo de los Obispos querido por Pablo VI después del Vaticano II, este Sínodo se desarrolla en una forma ciertamente nueva que incluye tres grandes fases.  La fase de implicación de todo el Pueblo de Dios, que se articula en la vida de las Iglesias locales. Luego la fase celebrativa del Sínodo de los Obispos propiamente dicho, donde se recogen todas las peticiones y propuestas que surgen de la escucha del Pueblo de Dios. Y después la fase de recepción, con el retorno a las Iglesias locales y la acogida e interpretación creativa de las líneas fundamentales que han surgido. Tengamos en cuenta que no sólo es una novedad para esta dinámica procesual, sino que es la primera vez en los dos mil años de historia de la Iglesia que un acontecimiento de este tipo está llamado a implicar a todo el Pueblo de Dios. Por eso, creo que debemos dar gracias a Dios, debemos comprometernos con extrema responsabilidad, para que nadie se quede al margen y para que ésta no sea una oportunidad perdida.

Fuente: Fabio Colagrande – Vatican News

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